Una de las señas de identidad de lo que podríamos llamar las corrientes de “neoespiritualismo” contemporáneo (pseudoespiritual en realidad), que tienen no poco éxito entre quienes tienen la pretensión de recuperar el valor de la espiritualidad en la cultura actual, es la confusión que manifiestan estas corrientes (y a la que llevan a sus seguidores) entre la dimensión psíquica y la espiritual, al confundir la espiritualidad, por ejemplo, con los estados psíquicos alterados de conciencia o con las funciones más elevadas de la mente como la atención o la metacognición.
La espiritualidad es, precisamente, la capacidad de salir de la dimensión psíquica, que tiene el ser humano; la capacidad de transcendencia o salida de sí hacia el misterio de lo real con el que entra en comunión. Es una experiencia de comunión con la realidad en plenitud: con uno mismo, con los otros, con el misterio (lo divino) y la naturaleza, realizada de modo intuitivo y cordial (en el “corazón”). Esta experiencia es lo que tradicionalmente se ha llamado fe, que es una experiencia y no una creencia, como se fue transmitiendo en las formas más rígidas de cristianismo (si bien, la creencia forma parte también de la experiencia de la fe, pues ésta se necesita expresar en contenidos, las creencias no son baladíes). La fe como experiencia transciende pues la fe religiosa, si bien, ésta sea una de las formas profundas de vivir la espiritualidad. Seguir leyendo «La “confusión” de la espiritualidad con la dimensión psicológica en el “neoespiritualismo” contemporáneo»