¿UNA REVOLUCIÓN ESPIRITUAL NODUAL? PELIGROS Y PRECISIONES

campanasDesde hace tiempo vengo señalando con preocupación cómo se está difundiendo un discurso que se denomina nodual (que creo habría que denominar pseudonodual) y que en realidad es un discurso espiritualista monista que puede llevar al narcisismo espiritual.

 

No pretendo decir qué tipo de experiencia interior puede tener quien va difundiendo esos discursos pseudonodualistas, pues me parece que juzgar la experiencia personal de alguien es un juicio temerario; la persona no puede ser juzgada, lo que señalo es lo inadecuado de las expresiones utilizadas en estos discursos y las consecuencias, ni éticas ni equilibradas, a las que puede llevar creer cosas que, en resumen, vienen a decir: «solo existe la conciencia», «todo es uno», «el otro no existe», «el mundo es una ilusión», «el yo no existe», «la libertad personal no existe», «la mente no puede captar la verdad», «la religión es siempre dual», «lo que crees, lo creas», «lo que viene, conviene», etc…

1) ¿Hay una Revolución Nodual avalada por la ciencia?

Hoy muchos señalan la posibilidad de que estemos en un periodo de cambios culturales tan grandes que podría hablarse de una segunda época axial una verdadera revolución en todos los órdenes. Algunos discursos que se autodenominan noduales (si bien son más bien monistas) creen que esta revolución cultural coincide con lo que llaman su revolución nodual (monista en realidad).

 
Algunos dicen que el contenido de estos discursos estaría siendo supuestamente validado por dos líneas de investigación de la ciencia moderna: la física cuántica y la neurociencia. De modo que consideran que este modo de entender la nodualidad (un modo monista en realidad) sería el nuevo paradigma científico y cultural. Lo cierto es que esta afirmación carece de fundamento en realidad.

 
Hace tiempo que se intenta utilizar la física cuántica o la teoría de la relatividad para justificar discursos espirituales muy diversos (a veces muy enfermos). Lo cierto es que esta intención ha sido denunciada como una manipulación injustificada. Como señala Ken Wilber: “ el intento de apuntalar una visión espiritualista del mundo según datos tomados de la física… equivale sencillamente a desconocer enteramente la naturaleza y función de cada una de ellas”. Einstein afirmaba que “la relatividad es una teoría científica y no tiene nada que ver con la religión”. Eddington preguntado sobre estos intentos dirá: “me declaro absolutamente opuesto a esa clase de intentos”. Por último podemos recordar al físico cuántico Schrödinger (personalmente abierto a la mística) que sobre este tema dirá: “la física no tiene nada que ver con eso… el intento de hacerlo es algo sencillamente siniestro”.

 
No es real pues que la física cuántica afirme que el discurso monista pseudonodualista es cierto.

 
Tampoco se puede afirmar que las investigaciones de la neurociencia avalen las ideas pseudonoduales. En ocasiones se dice que como el cerebro se activa antes de tomar una decisión, de ahí se deduce que no somos libres como dice la pseudonodualidad o se niega la existencia del yo (otra de las ideas de la pseudonodualidad), porque no puede localizarse en el cerebro.

 
Deducir del funcionamiento del cerebro la existencia o no del yo es una falacia que equipara la mente al cerebro, algo que carece de fundamento. Como dice John Searle, filósofo norteamericano, la conciencia no puede reducirse a procesos cerebrales pues es un fenómeno subjetivo (desde la perspectiva de la primera persona) mientras que el cerebro es una realidad objetiva (percibida desde el exterior, desde la tercera persona). Identificar la mente y el cerebro es algo que en absoluto puede decirse que la neurociencia avala, frente al monismo materialista (que los identifica) hay otras voces como la del premio Nobel de medicina Eccles que afirman su no identidad, también el filósofo Popper o numerosos investigadores como el médico de la universidad de Texas Juan Manuel Pascual que afirma que es un error equiparar mente y cerebro, pues dice: “es la persona la que actúa no el cerebro… hay que valorar al sujeto en su conjunto”.

 
El discurso monista nodual (pseudonodual) no diferencia bien entre la ciencia y la espiritualidad (cayendo en numerosas ambigüedades o contradicciones en su propia argumentación), ni entre la experiencia no dual (que transciende la historia) y las modas o fases culturales del momento. Parece creer que presentándose como la moda científica del momento tendrá más éxito social (aunque para ello haya que caer en diversas falacias sobre la física cuántica o la neurociencia)… sin embargo, ni siquiera su lectura de la revolución científica que viene parece correcta, pues se inclina por modelos más de tipo reduccionista monista (espiritualista) que por modelos pluralistas, complejos e integrales, que son más bien la tendencia hacia la que camina la ciencia futura.

 

 

 

2) ¿La espiritualidad nodual es una fase de la evolución de la conciencia?

La espiritualidad no es la última fase de la evolución de la conciencia (esta es una visión reduccionista desde un evolucionismo radical), la espiritualidad es una dimensión siempre presente en la historia, cuyas manifestaciones pueden ir variando para expresarse de modo dialógico diverso en las diversas culturas históricas.

 

 

 

Seguramente la revolución pluralista en la ciencia hará que la espiritualidad se exprese de modos nuevos y se desarrollen potencialidades en ella, pero sería un error identificar la revolución pluralista de la ciencia con la nodualidad o con la mística, pues ésta transciende (sin separarse de ella) la historia. El mismo Teilhard de Chardin señalaba que la persona (la dimensión espiritual del ser humano diferente del individuo) estaba por encima de la evolución, no todo puede reducirse a “fases evolutivas” pues hay realidades más allá de la historia.

 

 

 

3) ¿la pseudonodualidad, una espiritualidad autorreferencial?

Cuando se señalan los errores de estos discursos supuestamente no duales, se pretenden justificar las incongruencias señaladas o las consecuencias éticas negativas de esos discursos simplistas, aludiendo a la experiencia espiritual interior del que los emite como criterio de validez del discurso.

 
Se hace así un “by-pass” espiritual para evitar argumentar racionalmente los errores y las consecuencias negativas (por ejemplo la desvalorización de la ética) que se han señalado a esos modos de expresar la espiritualidad.

 
Se pide un acto de credulidad en la pura experiencia subjetiva de quien objetivamente emite una expresión errónea o que tiene consecuencias éticas inaceptables por ser alguien espiritual (como si el autoproclamado gurú o místico no pudiera equivocarse o autoengañarse).

 
Creo que, para quien busca seriamente la verdad, esta mera referencia subjetiva nunca será suficiente razón para dar validez a frases o aseveraciones que muchas veces son erróneas o que pueden tener consecuencias éticamente cuestionables.

 

 

4) El verdadero discurso nodual se valida por sus frutos éticos.

En los discursos que se han puesto de moda y que se pretenden noduales (místicos) es común encontrar una actitud de desconfianza hacia el compromiso ético, en especial, hacia el compromiso con el cuidado de los demás y el compromiso social, que se ve como una especie de fariseísmo o actitud moralista.

 
Hay quien cree vivir en un océano de amor y nodualidad mientas va sembrando un discurso que promueve el centramiento en uno mismo, el descompromiso, la falta de empatía y la minimización de la importancia de la ética… sin darse cuenta del efecto negativo que pueden producir esas afirmaciones monistas en muchos de sus seguidores, en especial, los más vulnerables. Como nos señalaba Hannah Arendt es cuando renunciamos a escuchar las críticas, a pensar con profundidad y a sentirnos responsables de los demás, refugiándonos en el ámbito privado y la interioridad descomprometida con los otros, cuando cometemos o colaboramos con el mal ético sin tener conciencia de ello.

 
Estos discursos de moda pseudonoduales, que pretenden ser la actualización de la experiencia no dual hoy, en realidad contradicen las enseñanzas noduales tradicionales (nacidas de experiencias reconocidas como válidas), que siempre han recordado la importancia de la práctica ética y moral antes de poder hablar de que se esté viviendo una experiencia no dual.

 
Hay que recordar que tradicionalmente (me temo que estos nuevos discursos y modas desconocen en profundidad la tradición) la validez de la experiencia espiritual está en sus frutos. Los frutos de amor, decía Santa Teresa. Los frutos éticos.

 
La “nueva” nodualidad (pseudonodualidad) contradice la enseñanza de los maestros y maestras tradicionales en los que dice basarse, confundiendo, por ejemplo, la enseñanza de un San Juan de la Cruz– maestro tradicional- (que señala la importancia del amor efectivo o compromiso ético), con la enseñanza, por ejemplo, de un Tony Parson (neoadvaita), que niega la necesidad de compromiso ético o esfuerzo espiritual. El llamar con el mismo nombre discursos que dicen algo radicalmente diferente es lógicamente un abuso y es importante poner en aviso a quienes están en el camino espiritual. Señalar que se usan los nombres de los maestros y maestras tradicionales para dar autoridad a discursos que, en realidad, van contra sus enseñanzas, no nace de un prejuicio tradicionalista sino de un deseo humanista de cuidado y autenticidad.

 
Como decía San Bernardo de Claraval en su comentario al Cantar de los Cantares, lo más importante para validar la experiencia espiritual son los frutos éticos que produce:

 
“Necesitamos concretar una norma segura, para no atribuirnos a nosotros lo divino que hay en nosotros, creyendo que un pensamiento nuestro es una visita del Verbo. Pero como distan entre sí el mal y el bien, igual distan mutuamente estas dos cosas. Nunca procederá el mal del Verbo, ni el bien saldrá del corazón a no ser que antes lo engendre el Verbo. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dará frutos buenos”.

 
La pseudonodualidad de moda, que niega a la persona y la libertad personal, difícilmente podrá llevar a una verdadera ética. Por ello, no es extraño que no pueda concebir un compromiso verdadero sin sospechar, pues ha perdido la conexión con la dimensión ética personal y confunde el compromiso ético con el voluntarismo y el moralismo. Para quien perdió la sensibilidad por el cuidado del otro, toda actitud de cuidado y de compromiso es sospechosa. El narcisista cree equivocadamente que hay siempre un interés egoísta en toda buena acción, proyectando en los demás su propio egoísmo.

 

 

 

5) La pseudonodualidad y la incomprensión de la dimensión transcendente.

Un signo de que una espiritualidad se ha enfermado, señalaba Rene Guenon, era su incapacidad para entender la dimensión transcendente, es decir, caer en el inmanentismo. En su libro “El reino de la cantidad y los signos de los tiempos” señalará la gravedad de esta enfermedad.

 
Por desgracia, creo que en algunos discursos que se autodenominan noduales, y que prefiero denominar como pseudonoduales (pues me temo que en realidad son eso) hay una verdadera incomprensión de lo que es esta dimensión transcendente, que se confunde con la experiencia inmanente del Misterio y además se expresa de un modo muy ambiguo.

 
La dimensión transcendente del Misterio nos viene a recordar que hay siempre un aspecto que nos supera, que supera nuestra experiencia espiritual y que, por tanto, no debemos convertir nuestra experiencia espiritual en la única fuente de validación de nuestra espiritualidad.

 
Para defenderse de la acusación de inmanentismo que se les lanza, ciertos discursos pseudonoduales afirman que su visión incluye la transcendencia. Ahora bien, cuando intentan definir a qué llaman transcendencia surgen serias dudas de que se refieran a la transcendencia en realidad.

 
Estos discursos pseudonoduales identifican la transcendencia, no con la radical irreductibilidad del misterio a nuestra experiencia, sino como la experiencia de profundidad o del fondo común de todo lo real. En realidad, esta definición corresponde más bien a un cierto concepto de inmanencia que de transcendencia. La transcendencia siempre señala el aspecto heterogéneo del Misterio frente a nuestra experiencia (Panikkar), la alteridad del Misterio (que no se confunda con dualismo pues no es lo mismo).

 
Estos discursos pseudonoduales tienden a “absolutizar” la propia experiencia espiritual (y parece que a esa absolutización es a lo que llaman transcendencia), creyendo que en esa experiencia se conoce sin mediación alguna el Misterio, algo que precisamente, con la necesaria referencia a la dimensión transcendente más allá de toda experiencia, se intenta evitar en las espiritualidades sanas.

 
El discurso pseudonodual parecería caer así en un tipo de narcisismo espiritual que lleva a confundir la propia experiencia espiritual con la realidad del Misterio, que transciende toda experiencia.

 
Estos discursos pseudonoduales creen escapar al narcisismo o a la enfermedad espiritual alegando que su visión transciende la visión del yo individual (ego). Ignoran, parece, la existencia de otros tipos de narcisismo mucho más graves. Para diferenciarlos podríamos señalar tres tipos:

 
– El narcisismo egoico: Es propio de una visión dualista, en la que el yo se aprovecha del camino espiritual para su propio beneficio (su imagen). Se puede dar en quien pone el peso en la meditación o en quien lo pone en la acción o compromiso.

 
El narcisismo espiritual: Es más propio de quienes siguen el camino de la meditación o contemplación(y llegan a una especie de monismo espiritual) que el camino de la acción; en el cristianismo se llama quietismo a este narcisismo y consiste en la identificación de la propia experiencia contemplativa con la realidad espiritual, con la verdad. El ego espiritual es mucho más difícil de combatir pues cree que con su experiencia espiritual conoce la realidad tal y como es. Cree, además, que las críticas que se le hacen siempre nacen de quienes no tienen su experiencia, viven en la mente, etc… creo que este es el gran peligro al que que podría llevar este pseudonodualismo. Pero esta enfermedad podría abrir la puerta a un peligro mayor, el siguiente tipo de narcisismo, mucho más grave.

 
El narcisismo despersonalizador: Creer que salir del yo es un antídoto contra todo tipo de narcisismo es un gran error que tienen, por ignorancia, algunos de estos seguidores del pseudonodualismo. En realidad, podemos salir del ego hacia arriba (hacia el Misterio, el Ser y el SobreSer) o hacia abajo, hacia el psiquismo inferior, identificándose con el infrainconsciente, las dimensiones inferiores del psiquismo donde no hay ya ego propiamente, sino fusión y confusión, una especie de infrainconsciente colectivo. Como nos enseñaba Guenon esta es propiamente la dimensión que los antiguos llamaban satánica. En el citado libro, Guenon señala al respecto que algunos “se esfuerzan en «centrar» su consciencia sobre algunos «prolongamientos» inferiores de la individualidad humana, tomándolos equivocadamente por estados superiores” y advierte que “puede haber en eso una suerte de desarrollo «al revés», que no solo no aporta ninguna adquisición válida, sino que aleja siempre más de la «realización» espiritual”.

 
Lo inquietante de esta incomprensión del sentido transcendente que parecen tener estos discursos pseudonoduales es que, como dice el propio Guenon, el error antiespiritual por excelencia es el inmanentismo, el pecado contra el Padre, si lo expresamos en el lenguaje cristiano, que para Raimon Panikkar “es la ruptura con el infinito… la autocondenación a lo finito, a lo cerrado y limitado: el infierno… el rechazo de lo infinito y la asfixia en lo finito”.

 
De ahí la necesidad de señalar estos peligros, que a algunas personas le parecerán pequeños pero son importantes para quienes se interesan por una búsqueda espiritual auténtica , pues como dice Guenon sobre el inmanentismo: “es tomar literalmente la espiritualidad «al revés», substituirla por lo que es verdaderamente lo inverso de la misma… que conduce inevitablemente a su pérdida definitiva, y es eso en lo que consiste el «satanismo» propiamente dicho; por lo demás, ya sea consciente o inconsciente”.

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