El Misterio está más allá del Silencio: Peligros del “Silencio»


virgen del silencioEl conocimiento de uno mismo es el comienzo del camino espiritual, así lo señalan las tradiciones espirituales.
Este conocimiento, se nos dice, lleva a descubrir el Misterio de lo real, lleva a descubrir a Dios y a toda la realidad en él. Como aconsejaba Cervantes, siguiendo la tradición humanista cristiana: «Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. De conocerte saldrá el no hincharte como la rana, que quiso igualarse al buey.» 

 

El conocimiento de nosotros mismos debe llevarnos a la humildad no al «endiosamiento».

 
Ahora bien, ese proceso de conocimiento de nosotros y de la realidad, en ocasiones produce estados alienantes, que más que ayudarnos a abrirnos a la realidad, nos encierran en imágenes “infladas” de nosotros mismos. Para evitar eso, junto al proceso de autoconocimiento, simultáneamente, ha de darse el conocimiento de la alteridad, de la realidad que me transciende, del Misterio. El proceso de autoconocimiento sano es siempre relacional, supone la apertura a un Misterio (la realidad del otro y de mí mismo) que transciende mi mente.

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Sin referencia a la alteridad no podemos conocernos

amor

La conciencia del yo surge simultáneamente a la toma de conciencia de la existencia del otro, hablar de nacimiento del sujeto, supone hablar, a la vez, de descubrir los propios límites y descubrir el Misterio que somos y que es la realidad. Sujeto es el que se sujeta a los límites y, a la vez, el que se pone por debajo de la fantasía narcisista de onmipotencia infantil. El que es humilde es el que se conoce.

 


Creer que podemos conocernos preguntándonos solo «¿Quién soy yo?» sin referencia al contexto relacional (sin referencia al tú o al Otro), es la mejor manera de responder a esta pregunta desde las imágenes mentales que hemos construido y no desde el encuentro con la realidad, que es precisamente el encuentro con el tú, la experiencia de la alteridad (una realidad que me transciende).

 
El verdadero conocimiento propio supone haber descubierto el Misterio de la alteridad, pues es precisamente la alteridad la que, por un lado, pone límites a la fantasía sobre quiénes somos y, por otro, nos abre al Misterio de la realidad.

 
El descubrimiento de la alteridad, su valor y misterio (y la alteridad nos incluye a nosotros pues somos un misterio para nosotros mismos) hace que pongamos el peso en vivir en la realidad, más que vivir en la construcción de imágenes mentales que me definan (autocentramiento).

 
El narcisista es precisamente alguien centrado continuamente en construir su imagen, que confunde con su identidad. El narcisista está centrado en “saber” quien es, pero sin abrirse a la alteridad, pues esto supondría descubrir que esa imagen que se construyó o se va construyendo sucesivamente (a veces, la imagen de vivir más allá del ego, en la nodualidad) es una fantasía egocentrada, muy dolorosa en realidad. El narcisista vive con una profunda herida, al estar desconcectado de sí mismo y de los demás, viviendo solo en las imágenes de la mente- a veces imágenes muy sofisticadas y que supuestamente han transcendido la mente, pero que no se abren a la realidad- alteridad- .

 
Sin salir de la identificación con las imágenes mentales que construimos, o nos han construido otros y hemos asumido, mediante el encuentro con la alteridad, con la realidad que me hace tomar conciencia de mis límites y del Misterio de lo real, nuestro supuesto conocimiento de nosotros es un puro narcisismo.

 
La tradición judeocristiana (pero no solo ella) pone mucho énfasis en que busquemos el conocimiento de nosotros mismos de un modo relacional, mediante el encuentro con el Otro, con la alteridad, con la realidad más allá de las imágenes subjetivas. Y que este conocimiento no sea algo meramente conceptual o teórico, sino existencial; de ahí, que suponga una respuesta práxica y ética, comprometida a esa realidad del otro que, a la vez que nos transciende, nos fundamenta. El amor es el verdadero conocimiento y el amor tiene una dimensión afectiva y otra efectiva. Sin estas dos dimensiones no hay verdadero conocimiento existencial.

 
De ahí que la pregunta “¿Quién soy yo?” sea por sí misma insuficiente, si no hay referencia a algo que me transciende, si no hay referencia al Otro. El otro, que no es una cosa ni un Ser todopoderoso que me invade y aliena, sino un rostro como el mío (también vulnerable) en el que nos descubrimos como necesitados de cuidado mutuo e íntimamente relacionados.

 
Precisamente la palabra interior, interioridad o intimidad, que parecen referirse a lo más personal, están construidas sobre la partícula latina “inter”, es decir, “entre”. Lo más personal es relacional, lo más profundo es, a la vez, comunión con la alteridad. Por eso, sin abrirnos a la experiencia de la alteridad no podemos llegar a nuestra profundidad.

 
Los profetas bíblicos expresan esta necesidad de la alteridad, para conocernos más allá de las imágenes, de diversos modos: Por ejemplo,  con la pregunta “¿Cuál es tu Voluntad?” para señalar la importancia de conocer existencialmente (de modo práxico y comprometido), más que vivir centrados en la búsqueda de saber quién soy yo, construyendo una imagen que me dé identidad.  O a través de la expresión “Heme aquí” (hinnení) que es otro modo que tienen los profetas de expresar la conciencia de su identidad, pues es una toma de conciencia del propio yo, siempre en relación a un tú, con el cual están interrelacionados y al que responden. Jesús se conoce a sí mismo siempre de un modo relacional, su identidad es siempre en relación con un Tú, el Padre, con el que forma una unidad trinitaria o nodual ,no una uniformidad monista.

 
Cuando en la tradición judeocristiana se habla de la necesidad de conocernos a nosotros mismos, es sobre todo, para vivir en la realidad y ésta es entendida como abrirme a una alteridad que me transciende y que también yo soy para mí mismo (soy un misterio).

 
San Agustín, por ejemplo, decía “que me conozca y te conoceré”. En su expresión se señalan dos términos en ese proceso de autoconocerse, Yo y el Otro, la alteridad que me saca de mi identificación con la imagen egocentrada. Creer que esa frase es una manera de reducir el conocimiento de Dios al conocimiento de mí mismo sería desconocer la experiencia de San Agustín. Me “conozco” para salir de mi mismo al encuentro con la alteridad que me transciende y, a la vez, al conocer esa alteridad me conozco a mi mismo.

 
Quizá haya sido Santa Teresa quien mejor lo expresó en su poesía:

 
“Alma, buscarte has en mí y buscarme has en ti”.

 
Sin la referencia al Otro que me transciende no puedo conocerme y sin el autoconocimiento humilde de mis límites (y el Misterio u Otro que soy para mí mismo) no puedo conocer la Realidad- alteridad.

 
Abrirse de verdad a la alteridad (único modo de conocerme sin identificarme con conceptos mentales desconectados de mi verdadera realidad personal) supone no solo un mero conocimiento intelectual sino un compromiso ético con el Otro, una respuesta de cuidado y amor. Creer que podemos conocernos, sin abrirnos a la alteridad- algunos hasta creen que esta alteridad no existe- y sin cuidar éticamente de los demás (y de nosotros mismos, pues también somos un Misterio) es una de las formas de vivir en el narcisismo psicológico o espiritual, pues el narcisista no es capaz de concebir el compromiso ético sin sospechar una actitud siempre de perfeccionismo o interés oculto.

 

 

Cuidado, pues, con los discursos espirituales que solo animan a conocerse a sí mismo sin abrirse a la alteridad o reduciendo la alteridad a algo meramente conceptual o mental.

Pensamiento Crítico, Espiritualidad y Democracia

PENSAR Y ESTAR COMPLETAMENTE VIVO SON LO

Desde ciertos discursos espirituales que se están poniendo de moda en nuestra época se nos lanza una continua llamada a “no juzgar” y a desconfiar del pensamiento. Pareciera que un signo de que alguien tiene una “experiencia espiritual” es que ya no necesita argumentar sus posiciones, simplemente las afirma desde su experiencia y está más allá del pensar, por lo que considera que quien emite juicios críticos y ejercita la capacidad de discernimiento está en el ego narcisista.

 
Estos discursos espiritualistas siguen anclados en la metáfora platónica que ve el conocimiento como una “salida de la caverna”; parece que esto se interpreta como que la verdad se alcanza solo a través de un proceso de interiorización progresivo, como si pudiésemos confiar en nuestra interioridad de un modo acrítico; eso sí, siempre y cuando superemos el pensamiento. Evidentemente hay una parte de verdad en esta posición, pero no podemos reducir la espiritualidad a este mensaje.

 

 

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¿UNA REVOLUCIÓN ESPIRITUAL NODUAL? PELIGROS Y PRECISIONES

campanasDesde hace tiempo vengo señalando con preocupación cómo se está difundiendo un discurso que se denomina nodual (que creo habría que denominar pseudonodual) y que en realidad es un discurso espiritualista monista que puede llevar al narcisismo espiritual.

 

No pretendo decir qué tipo de experiencia interior puede tener quien va difundiendo esos discursos pseudonodualistas, pues me parece que juzgar la experiencia personal de alguien es un juicio temerario; la persona no puede ser juzgada, lo que señalo es lo inadecuado de las expresiones utilizadas en estos discursos y las consecuencias, ni éticas ni equilibradas, a las que puede llevar creer cosas que, en resumen, vienen a decir: «solo existe la conciencia», «todo es uno», «el otro no existe», «el mundo es una ilusión», «el yo no existe», «la libertad personal no existe», «la mente no puede captar la verdad», «la religión es siempre dual», «lo que crees, lo creas», «lo que viene, conviene», etc…

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Cristianía: Una Mística Monástica para tod@s (Una Espiritualidad no-dual de la sencillez, el amor y el servicio)

La antigua sabiduría monástica tiene mucho que decir a las mujeres y hombres de hoy. ¿Por qué? Porque el monacato más que una realidad institucional (hoy en día marginal) es una realidad existencial, un arquetipo presente en toda persona. En todo ser humano se da un deseo de unificación o simplificación en torno a un centro, esta búsqueda sería la esencia del arquetipo monástico.

 

Monje es una palabra que proviene del griego y hacer referencia a mónos (Uno). Monje es, por tanto, toda aquella persona que busca la unificación como fin fundamental en su vida. No es necesario que esté en una institución que se denomine monástica, pues lo monástico supera las instituciones, por muy valiosas que éstas puedan ser. No son necesarios tampoco unos compromisos determinados, pues estos pueden ser muy variados (en las diversas culturas encontramos una gran diversidad de modos de vivir el monacato, hay monjes casados y solteros, contemplativos y centrados en la acción, eremitas o cenobitas, separados de la sociedad o en medio de ella…).

 

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LA MODA DE LA NODUALIDAD. ¿NOVEDAD O SÍNTOMA DE ENFERMEDAD ESPIRITUAL?

manos orando
Nos decía hace unos meses el jesuita Xavier Melloni, en un taller de espiritualidad celebrado en Madrid, bajo los auspicios de “Más que silencio”, que ya llevamos unos 15 años en los que se está divulgando entre las personas interesadas por la espiritualidad (yo añadiría que, en especial, entre las más vinculadas con los ambientes progresistas de la Iglesia) la noción de la nodualidad. Noción que parece ser nos anuncia una nueva era de la humanidad.

 

La nodualidad dice el mismo Melloni, en su charla sobre Maharshi, dada en Biblioteca de Navarra el 16 de abril del 2018, no es otra cosa que lo que el cristianismo llama mística. Ahora bien, explicada bajo el discurso del vedanta advaita, una corriente espiritual del hinduismo, cuyo principal representante es Shankara (s. VIII- IX) que explica la mística en términos de nodualidad, es decir, una experiencia en la que no hay separación entre atma (persona) y Braman (absoluto) pero tampoco hay fusión, por eso se describe como nodual.

 

De esta experiencia se deriva la conciencia de que todo es relación, unidad en la pluralidad, sin que ninguno de los dos términos (uno y plural) se puedan unificar ni separar. La Trinidad sería el misterio cristiano que haría alusión a esta experiencia, siendo el equivalente análogo al término hindú: Sat- cit- ananda (Ser, conciencia y gozo).

 

Esta escuela de nodualidad de Shankara da preferencia a un lenguaje monista frente a un lenguaje relacional, por eso, critica el orar a Dios como si él fuera un tú y la persona fuera un yo, y prefiere emplear un lenguaje no relacional (por ejemplo decir “Yo soy” expresaría mejor la nodualidad para esta visión, que decir soy hijo de Dios, pues ahí habría relación). Se trata de recordar y vivir que en lo profundo Dios y tú sois uno y algunos temen que si lo expresas de modo relacional caigas en el dualismo.

 

Ahora bien, el lenguaje monista evidentemente sigue siendo un lenguaje dualista, no un lenguaje nodual (pues falta la referencia a la pluralidad) pero algunos parece que creen que este lenguaje se identifica con la no dualidad (cosa sin sentido pues todos los lenguajes son duales) y creen que el lenguaje relacional es dualista, por eso, desconfían de las expresiones relacionales, pues dicen que la mente las entiende siempre como separación (Enrique Martínez Lozano tiene varias expresiones en este sentido). De este modo se considera que la experiencia espiritual ahora ha de expresarse con ese lenguaje monista, pero eso evidentemente no garantiza que detrás de ese lenguaje haya ninguna experiencia mística. Podemos desestimar el lenguaje relacional de las religiones y adoptar este nuevo lenguaje espiritual monista y nada garantiza que vivamos una experiencia nodual o mística.

 

Las religiones semíticas utilizan un lenguaje relacional y, por ello, algunos de los seguidores de esta nueva nodualidad creen que las religiones son dualistas siempre. De modo que, al final, esta insistencia en adoptar el lenguaje monista sirve en muchos casos para inducir a creer que las religiones de occidente son duales siempre y tienen que ser transcendidas o vividas en esta clave lingüística monista.

 

Una de las cosas menos clarificadas en esta nueva propuesta es diferenciar entre la experiencia no dual ( que se puede expresar de modo religioso o no, monista o relacional) y el modo como se expresa esa experiencia, pues la insistencia en identificar la experiencia solo con el lenguaje monista del vedanta advaita de Shankara, termina confundiendo la experiencia no dual con el lenguaje monista shankariano. Lo cierto es que uno puede cambiar a ese lenguaje y no tener ninguna experiencia nodual detrás.

 

Al final parece que el cambio de paradigma consiste en gran medida, en cambiar el lenguaje relacional por el monista. La consecuencia de eso suele ser sugerir o afirmar que las religiones están llamadas a desaparecer pues son duales. Se genera así una pretensión autoritaria en este discurso que es la que viene a decir que solo este modo monista de concebir la nodualidad es el verdadero o pleno. Pobre de ti si te expresas de modo relacional pues te dirán que al no usar su lenguaje monista no tienes la experiencia.

 

El maestro más popular de esta escuela shankariana en nuestros tiempos ha sido Ramana Maharshi, un verdadero místico que fascinó a muchos occidentales, que comenzaron a divulgar sus enseñanzas por Occidente, creyendo haberlas entendido . Lo característico del método espiritual de Maharshi era preguntarse ¿Quién soy yo? De ahí que ahora los que divulgan la nodualidad monista en Occidente crean que esta es la pregunta esencial a hacerse.

 

Cada mística tiene, sin embargo, su manera de avanzar hacia la nodualidad; en el caso judeocristiano esta pregunta sobre ¿quién soy yo? no tiene mucha importancia, pues lo importante es preguntarse de modo relacional, para evitar el egocentrismo: ¿Cuál es tu voluntad? Por ejemplo. El Occidental buscará conocerse para conocer a Dios y buscará en Dios descubrir quién es él; siempre hay un juego dialógico y relacional, al que la pregunta de Maharshi no se abre.

 

Este discurso, que, en definitiva, termina identificando su manera de concebir la nodualidad con la experiencia nodual, es lo que se nos anuncia como la revolución de nuestro tiempo: La revolución de la no-dualidad (dice Martínez Lozano) o el nuevo paradigma de la no-dualidad (dice Melloni).

 

La nodualidad evidentemente es una experiencia que se pierde en la noche de los tiempos, es la experiencia mística, sin embargo la moda de la nodualidad monista actual insiste en que ella es la novedad de la nuestra época, aunque en realidad la novedad finalmente parece que se reduce a insistir en que la mística se tiene que expresar según los modos del vedanta advaita hindú de tendencia monista, y en hacer creer que las religiones son dualistas siempre.

 

Por lo demás, en esta “nueva” corriente nodualista monista en realidad se detectan las viejas tendencias hegelianas de ciertos movimientos ideológicos de la modernidad. Hegel consideraba el Absoluto no como sustancia ya perfecta, sino como sujeto que se iba completando en el transcurrir de la historia, de ahí que la historia fuera un desarrollo evolutivo de la conciencia, cada vez más perfecta.

 

Esta visión evolucionista radical la encontramos en esta la moda de la nodualidad monista, pues creen que estamos en la nueva fase de la evolución y que esa nueva fase es la fase nodual (se confunde así la nodualidad, que en realidad transciende la evolución, con la mentalidad que estaría naciendo ahora -la que esta moda dice representar- a la que se denomina paradigma nodual o revolución nodual). Evidentemente la evolución expresa una verdad pero no todo se puede reducir a la evolución, hay dimensiones que la superan.

 

Se produce por tanto una caída historicista de la idea de no dualidad, que supera la evolución y la historia, para interpretarla de modo reduccionista como una fase de la evolución o un paradigma histórico; realidades que por definición son duales, por mucho que se autodenominen noduales y pretendan ser la única manera adecuada de expresar la nodualidad.

 

Este reducir una experiencia que transciende (sin separarse de ella) la historia a una mera nueva fase histórica es un sello característico de la enfermedad espiritual que nació en Occidente entre los seguidores de Joaquín de Fiore, que no entendieron a su maestro, y que se ha llamado el joaquinismo. Henri de Lubac ha estudiado bien esta enfermedad espiritual de Occidente y su herencia, en bastantes movimientos modernos. Joaquín de Fiore, monje del siglo XII, hablaba de la llegada de la Edad del Espíritu, su visión no era historicista ni evolucionista, la edad del Espíritu era un concepto arquetípico que superaba cualquier concreción histórica, pero ciertos seguidores se desviaron y lo interpretaron como una etapa histórica concreta en la que la religión debía ser transcendida para vivir una pura experiencia espiritual interior subjetiva. Se convirtieron en un movimiento autoritario que venía a negar el valor de otras visiones que no fueran la suya, como la visión religiosa.

 

 

Desde entonces muchos movimientos vienen identificando el tiempo en el que viven con la Edad del Espíritu y, en ocasiones, combatiendo toda otra expresión espiritual o ideológica que no lo vea como ellos. Esta enfermedad, aunque reclame la libertad espiritual, lleva implícita una tendencia muy autoritaria dentro de sí, pues termina considerando a las otras expresiones espirituales o ideológicas, fases superadas y por ello suprimibles. No favorece el pluralismo, el creer que el otro, en este caso el religioso o el laico racionalista, están en fases menos evolucionadas que tú mismo. Evidentemente hay niveles de conciencia, si bien, en un diálogo hay que abrirse a aprender de todos y debe darse argumentos a lo que uno expresa, por muy alto nivel de conciencia que uno crea tener.

 

Para el filósofo Borghesi, Hegel es la expresión más elaborada del joaquinismo. En la moda de la nodualidad monista se puede rastrear muchos de los temas hegelianos. Uno muy importante es la idea de Hegel de que lo “real es racional”. Esto viene a decir que lo que sucede ocurre porque es necesario que ocurra para seguir evolucionando. Melloni en su charla sobre Maharshi dice que el ateísmo era una etapa necesaria para alcanzar la nueva etapa de madurez espiritual. Parece seguir esta idea de que lo que ocurre en la historia al final es racional y necesario. Enrique Martínez lo dice en varios de sus libros: ”lo que viene, conviene”. Llevada a su extremo esta visión termina justificando cualquier horror en la historia.

 

Otro rasgo hegeliano de esta nueva moda se puede descubrir en su insistencia en que lo mental es siempre dual, pues se basa en la separación de objeto y sujeto. Conciben de modo reduccionista la mente con el modo dialéctico de pensar, basado en la oposición de tesis y antítesis para llegar a una síntesis. La dualidad es la base de ese pensar. Por eso se dice continuamente que la mente no puede conocer la nodualidad. Lo cierto es que la mente no solo funciona en modo dialéctico, también funciona en modo dialogal y relacional, en el que el conocer se da por participación a través del encuentro entre yo y tu, que resultan mutuamente transformados; es así como la mente participa a su modo de la nodualidad. La verdadera nodualidad, como abrazo integral, no podría excluir a la mente como esta moda afirma.

 

En la práctica, esta idea de desconfianza en lo mental se concreta en la insistencia en no juzgar; Melloni lo expresa en conferencias y entrevistas, con el peligro de que este mensaje favorezca el perder la capacidad crítica y la persona pueda ser manipulada. Algunos seguidores de Eckhardt Tolle han señalado que vivieron un estado de abotargamiento mental al pretender vivir en el presente todo el tiempo y no pensar. Si a esto añadimos la afirmación de Enrique Martínez Lozano de que no hay libertad personal solo eres libre si eres uno con la Conciencia Universal, entonces los peligros contra la autonomía de la persona, su racionalidad y su dignidad, los grandes logros de la modernidad sana, uno de cuyos orígenes es el cristianismo, son evidentes.

 

Por otro lado, podemos encontrar el otro rasgo típico del hegelianismo que viene a decir que “lo racional es real”, es decir, que el pensamiento es la realidad. Esta idea está presente en estas corrientes cuando se afirman cosas como que “lo que crees lo creas”. Melloni asentía a esta idea en su conferencia sobre Maharshi. Con esa creencia mágica se puede separar de la realidad a muchas personas, alienándolas.

 

Desde el punto de vista de la espiritualidad el peligro de esta moda sobre todo se situaría en que está haciendo que se confunda la experiencia nodual o mística verdadera y sana, con una pseudonodualidad, que es la que refleja el discurso de estas corrientes.

 

En el fondo el modo como concibe la no-dualidad, este discurso, es monista, o bien, se identifica la parte y el todo (la ola es el mar) o bien se relativiza la autonomía de la parte y sigue dándose primacía al todo (la ola es el mar y no todo el mar). Sigue sustentándose una visión piramidal en la que el Uno, o bien está arriba de la pirámide, o bien fagocita las partes, pues se llega a decir que no existen.

 

La auténtica visión no dual viene a afirmar que Dios es Relación, y que todo es relación, la realidad última es cosmoteándrica y los tres términos son igual y plenamente reales. Abhishiktananda (Henri Lesaux) criticaba la tendencia monista de los seguidores de Shankara. Ni el mundo ni el hombre son una ilusión, ni son simplemente olas del mar, son realidades tanto como el mar. Pues la realidad última no es el mar sino la relación de mar y olas.

 

Dice Melloni que la unicidad de la persona es efímera, negando entonces de facto la realidad de la persona, pues una realidad efímera no es tal realidad. Martínez Lozano afirma que si hay alteridad en la experiencia entonces hay dualidad, La alteridad no es lo mismo que la separación (este es un error de Martínez Lozano) como diría Zubiri, la alteridad es precisamente la condición de la realidad, algo es real si hay alteridad en él, por eso negar la alteridad es una manera de negar la realidad de lo que no es la Unidad. Alteridad no implica en absoluto separación. El otro separado en latín se expresa como alius y no como alter, que es el otro no separado de mi.

 

Por último, señalar a dónde quiere llevar toda esta moda. Tanto Melloni como Martínez Lozano vienen a sugerir que las religiones, tal y como están ahora, van a desaparecer. Una nueva espiritualidad transreligiosa debería ser la propia de este nuevo paradigma. Martínez Lozano lo expresa así en sus escritos. Melloni lo sugiere en sus charlas, más matizadamente que Martínez Lozano, pero dedicándole mucho más espacio a la transespiritualidad que a la interreligiosidad o a la postreligiosidad (laicidad), que son otras posibilidades que él ve de desarrollo del nuevo paradigma nodual.

 

Si esta moda se impone es de esperar que va a ser muy difícil distinguir la verdadera no dualidad o mística de lo que son “pseudonodualidades”. En las charlas que dan tanto Martínez Lozano como Melloni, se mezcla a Santa Teresa, Ibn Arabi, Hakuin, San Juan de la Cruz (místicos auténticos) con los nombres de conocidos neoadvaitas ( Tony Parson, Jeff Foster, Eckhardt Tolle, David Carse o Yolande Durán), corriente declarada como pseudoespiritual por los advaitas tradicionales.

 

Otro rasgo preocupante es la deriva autoritaria que se puede observar en algunos movimientos vinculados a esta moda de la nodualidad.  Conozco algunas Asociaciones para la meditación, que insisten en centrar todo, de manera reduccionista, en meditar y en el Silencio, son manejadas por líderes personalistas y autoritarios, que van dejando personas heridas por el camino. Como toda corriente hegeliana y joaquinita es autoritaria. Al renegar del personalismo y lo relacional, el cuidado y respeto a la persona se deteriora. El otro al fin y al cabo no es más que una efímera ola…

 

Es muy preocupante el descompromiso al que puede llevar una visión nodualista de tendencia monista; en estas visiones se tiende a poner el peso en meditar y estar en silencio y se pone poco énfasis en el amor efectivo, la compasión práctica frente al dolor de los otros, compasión vivida de modo personal, interpersonal y social. Si el otro queda reducido en su alteridad, también se rebaja la empatía y la compasión hacia su dolor, pues deja de ser tan real.

 

Si habéis aguantado el rollo hasta aquí enhorabuena y muchas gracias por la paciencia. Cierro diciendo que la mística o la verdadera nodualidad merecen indudablemente la pena.Os recomiento en ese sentido las enseñanzas de dos maestros españoles: Ana María Schlütter, monja católica y maestra zen y la enseñanza sobre la mística de Juan de Dios Martin Velasco.

Una Nueva Espiritualidad pluralista. Más allá del Nodualismo de Enrique Martínez Lozano y del antiteísmo de Spong y Lenaers.

Hoy en los grupos interesados en la espiritualidad, cercanos a las corrientes progresistas cristianas y postcristianas se habla mucho (se lleva mucho tiempo hablando en realidad) de la necesidad de una renovación, un cambio de paradigma en nuestra manera de vivir la dimensión espiritual.

 
Hay un gran malestar con la rigidez de la religión, malestar muy legítimo y que refleja el estado de enfermedad en que las instituciones religiosas se encuentran. La mística hoy está cada vez más velada en la institución religiosa, demasido ocupada en sostener su poder e influencia.

 
Hay también una disconformidad con las nuevas espiritualidades que la Nueva Era ha ido difundiendo, espiritualidades superficiales, descomprometidas y narcisistas en muchos casos, si bien, tengan también elementos aprovechables y valiosos si se asumen críticamente.

 
Entre las propuestas que están teniendo más éxito encuentro dos corrientes que podríamos sintetizar en la llamada corriente no-dualista y la corriente post- teísta. Como representantes de una y de otra podríamos citar a Enrique Martínez Lozano (últimamente acompañado de Xavier Melloni y Pablo D´ors en menor medida) como representante de la primera y a Roger Lenaers y John Shelby Spong como representantes de la segunda.

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Mística y compromiso como base del nuevo paradigma espiritual

Desde hace tiempo, en los ámbitos cristianos y postcristianos más progresistas se habla mucho de la necesidad de un nuevo paradigma espiritual y cultural. Esta inquietud es compartida por otros grupos de la sociedad interesados y comprometidos con la espiritualidad.
En estos ambientes es común hablar de que ese nuevo paradigma debe estar inspirado en la espiritualidad de la no-dualidad.

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